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Nos sentamos en un lugar tranquilo, dejamos descansar la
mente, y dirigimos la mirada hacia nuestro interior.
Para que la mente esté en calma necesitamos comprender sus
propias actividades. Debemos ser conscientes de todos los
movimientos del pensar y del sentir. Darnos cuenta, observar
y estar muy atentos a “lo que es”, sin condenar, sin juzgar
y sin evaluar nada en absoluto de lo que percibimos. |